martes, 4 de noviembre de 2008

La inseguridad como fenómeno socio-económico

Por Desiderio Fernández

Todos los días escuchamos o miramos en la TV episodios violentos donde delincuentes terminar con la vida de personas y destruyen familias. La inseguridad es un flagelo que ha venido para quedarse. Desde diversos sectores se han levantado voces a favor de la mano dura y pena de muerte. Pero en realidad, nadie ha proclamado que la mejor solución para atacar el flagelo es la educación y el trabajo. Se quiere atacar la consecuencia y no el origen de la delincuencia.
Desde hace más o menos 30 años, el país ha sucumbido ante las recetas liberales que han promulgado la liberalización y desregulación de los mercados de salud, trabajo y seguridad social. Han privatizado las empresas estatales que proveían bienes públicos esenciales como educación, salud y otros. El estado se ha corrido de su función de benefactor de todos los ciudadanos. Ésta ausencia provocó que miles de ciudadanos quedarán librados a la buena de Dios para vivir y sobrevivir.
El fracaso del modelo implantado por la dictadura militar genero desempleo y pobreza en cantidad suficiente para generar en las nuevas generaciones odio y resentimiento. Familias enteresas sin trabajo por largos años y viviendo en condiciones miserables provocó que sus hijos nacidos a fines de los 80 y principios de los 90, hoy se hayan dedicado a la delincuencia como modo de vida. La falta de educación, primero en el hogar nuclear y luego en la institución que fue perdiendo respeto y autoridad: la escuela, generó toda una generación de resentidos sociales que se vuelcan a las calles a robar y matar.
Ante este grave problema, las autoridades han fracasado para controlar la inseguridad y las reestructuraciones en las fuerzas de seguridad (policia, gendarmeria, etc) no han podido generar condiciones para reducir este fenomeno. Y es lógico porque el mal que lo causó continua: la marginación de miles de personas del mundo del trabajo, la producción y el consumo. Sólo atacando la causa se podrá eliminar este flagelo. En su defecto, se terminará derramando sangre -de ambos lados - sin solucionar nada.
Y así como se sabe que la educación no es un proceso instantaneo, sino que lleva tiempo, terminar con el mal de la inseguridad también llevará tiempo. Diría dos generaciones. Para que los jovenes por nacer tengan valores, educación, códigos y sobre todo, un mundo donde puedan desarrollarse y luchar por sus sueños. Cuando un joven pierde los sueños queda condenando a la marginación.
La política de mano dura, solo generá delincuentes más violentos (como pasa en EEUU en los estados donde se aplica la pena de muerte) que saben que si los agarran los matan o van a cárceles de donde salen más violentos todavía) y más perdida de vidas humanas.
He sufrido robos en mi vida, incluso en mi propiedad. Repudio todo acto de violento donde se trate de quitar a otro ser humano algo que no sea suyo. Pero la manera de encarar el tema no es con el ajusticiamiento, sino con la educación y el trabajo. Y esto lleva realmente mucho tiempo.
Ningún bebe nace delincuente, sino que lo formar el contexto socio-económico en donde se cría y educa. Cualquiera de nosotros podría haber sido un malandra si hubiera nacido en un hogar como los que he mencionado.
Espero que tengan amplitud de mente para saber que la inseguridad es un fenomeno economico y social y sólo con trabajo y educación se puede desterrar este cáncer que se ha profundizado desde los últimos 15 años. Los sectores más acomodados de la sociedad, deberían tener más amplitud de espíritu para comprender la verdadera naturaleza del drama argentino. Se repudia el robo de un coche o de objetos personales, pero se es indiferente ante la pobreza extrema de miles de argentinos, que no tienen ni para comer, vestirse o estudiar. Creo que hay una parte del pueblo argentino que olvidó que todos formamos un estado y con estos desequilbirios se afecta la capacidad institucional del país (más todavía) y la gobernabilidad.